Así que me fui a Montevideo. Pasé ahí unos días que estuvieron llenos de cosas y parecieron a veces semanas. Las minivacaciones tienen ese efecto, surgen chistes internos, anécdotas, frases que se te pegan y recuerdos como un viaje de verdad pero en miniatura, pony.
Uruguay me encanta. Me animo a generalizar y decir que en ese país nacen todas personas amables, gente de bien.
Nos alojaron unos lugareños amigos que nos hicieron sentir como en casa, o mejor aún, como dijo en algún recital Calamaro. Lástima que nos separen las distancias porque armaríamos una divertidísima banda entre todos. Nunca tuve barra mixta de amigos, espero estar todavía a tiempo.
Y me da mucha envidia que los montevideanos puedan salir de la oficina e ir a la playa a meterse al agua o andar en bici por la rambla y nosotros no. Vaya si me gustaría eso.
Cuando sea vieja no descarto instalarme en Pocitos.
Pintar es un juego serio
Hace 2 meses