Pasé la semana con menos trabajo no sólo de este empleo sino de todos los que tuve.
Lo único que tuve que hacer fue ir a fichar y controlar unas cosas que estaban editando. Cuando me di cuenta de esto, tomé la decisión deliberada de dedicarle a lo laboral el menor tiempo posible de esos 7 días. Fue casi como un experimento antropológico.
No había quedado nadie adentro de las oficinas que me rodeaban, si quería podía evitar el contacto humano en las 9 hs que dura mi jornada. Y casi lo hice.
Mis actividades fueron diversas.
Me bajé música, la escuché muy fuerte, canté, puse la radio, investigué sobre cosas, leí diarios, hablé por chat, por teléfono, dormí, puse los pies arriba de los escritorios, tomé cafés y me hice picnics ricos, bailé, hice abdominales (mi cuñada me obliga a hacer 150 por día), verticales, vi series por internet y muchas cosas más.
Cuando me aburrí salí a hacer paseos de pares de horas, me compré libros que luego leí, acompañé a gente a ver ropa, miré antigüedades, caminé por barrios siempre evitando la vereda del sol.
Igual hice trampa, porque llegué tarde y me fui temprano más de una vez.
Hoy no va a ser la excepción, así que ya me retiro para volver a ser una trabajadora seria y corporativa el 26 de enero. Bueno, no creo que tanto.